La mirada, el arte con posición política

Desde su nacimiento la fotografía forma parte de la vida cotidiana. Según Gisél Freund “tan incorporada está en la vida social que, a fuerza de verla, nadie lo advierte. Uno de sus rasgos más característicos es la aceptación que recibe de todos los sectores sociales (…) ahí reside su importancia política. Es el típico medio de expresión de una sociedad establecida sobre la civilización tecnológica, de mentalidad racionalista y basada en jerarquía de profesiones. Al mismo tiempo se ha convertido para dicha sociedad en un instrumento de primer orden, su poder de reproducir la realidad externa – poder inherente a su técnica – le confiere un carácter documental y la presenta como el procedimiento de reproducción más fiel y mas imparcial de la vida social”*.  Por eso, más que cualquier otro medio, la fotografía posee la aptitud de expresar los deseos y necesidades de la sociedad. Pero, entonces, cabria preguntarse, ¿la fotografía ha jugado un papel equitativo en la sociedad? ¿Al servicio de quien ha estado la fotografía y de que intereses o ideales?

Estas preguntas, sirvieron como hilo conductor de la cuarta sesión de talleres “Capturando Derechos”, y sirvieron para situar en el centro de nuestro trabajo el tema de “la Autonomía del Arte”. 


Diferentes discusiones y debates alrededor de este tema en el interior del taller llevaron a los participantes a concluir que en Colombia, como en muchos otros países, la fotografía, al igual que otras formas artísticas no ha dejado de ser un asunto privado y casi exclusivo de las clases dirigentes, sino que además se ha convertido en una herramienta para interpretar a manera de dichas clases los acontecimientos de la vida social. Pues la fotografía, aunque considerada como veraz, solo tiene una objetividad ficticia. El lente, ese ojo supuestamente imparcial, permite todas las deformaciones posibles de la realidad, dado que el carácter de la imagen es determinado por la manera de ver del fotógrafo y este a su vez, por las exigencias de un mercado**.

Durante este taller, se pudieron observar algunos trabajos de fotógrafos colombianos y extranjeros que se han propuesto realizar documentos que ilustraran sobre la situación de los Derechos Humanos alrededor del mundo y que gracias a su labor han generado una valiosa colección de información visual sobre el mestizaje étnico y cultural, las condiciones laborales de obreros y campesinos, la vida tanto en las áreas rurales como en las grandes ciudades y sobre variedad de temas puntuales íntimamente relacionados con esta temática.

Una revisión a  dichas imágenes, nos mostró que incluso cuando muchos de dichos fotógrafos se interesaban por reflejar la realidad de una manera imparcial, no se pueden negar en ellos imperativos ineludibles, conscientes o inconscientes, dictados por predilecciones, intuiciones o argumentos subjetivos que afectan esta supuesta imparcialidad. Cada fotógrafo, al igual que hoy, al seleccionar el sujeto, al decidir el encuadre de una fotografía o al escoger donde se ubica la cámara, le otorga a sus imágenes el sentido o el énfasis que considera apropiado y justo.

Por otra parte, la observación detallada de estos referentes nos revelo que en la mayoría de las fotografías que han buscado reflejar la realidad de los Derechos Humanos, sobre todo en nuestro país, se percibe un claro acento costumbrista, además de un constante acercamiento a la pobreza y al sufrimiento de una manera superficial y exhibicionista, recordándonos que infortunadamente, durante mucho tiempo, y aun ahora, muchos fotógrafos han explotado esta temática, que hacia los años ochenta tomo el nombre de porno miseria.

Las reflexiones que surgieron alrededor de este taller sirvieron para impulsar a los participantes a generar imágenes que sirvan para desmitificar los estereotipos generados especialmente por los medios de comunicación, alrededor de estas comunidades y su vulnerabilidad frente al tema de los Derechos Humanos.

* FREUND. G. La fotografía como documento social: Gustavo Gili. Barcelona, 1976. p. 8.
** Ibíd. p. 9.